Prólogo

René Delios León

El uso de la ley a modo o el abuso de la estructura judicial por parte del gobernante, no es comentario nuevo en México. La frase no certificada pero sí conocida de “a mis amigos justicia y gracia, a mis enemigos la ley a secas”, es contundente por quien la dijo hace más de siglo y medio.
Cuando un ciudadano cae de la gracia de quien ostenta el poder, la prudencia dicta huir y poner a mejor resguardo a la familia, pues en la estructura gubernamental abundan los que quieren quedar bien ante el prepotente gobernante, y no dudan en hacer mucho daño.
En el sexenio 2000-2006 fue cuando se incrementó la violencia en contra de periodistas, asesinatos, levantones, secuestros y abusos empezaron a ser la constante hasta que la situación fue insostenible; Chiapas no fue la excepción: la represión ya estaba encima de los periodistas.
Debemos reconocer que en su momento sorprendió que Pablo Salazar, como mandatario, luego de hablar de democracia durante su campaña, recurriera a lo más retrograda: acumular presos de conciencia. Durante cuatro años se fueron conociendo de casos que por todo el estado daban cuenta de la persecución registrada para con los que pensaban diferente, y eso que el ex mandatario fue connotado durante el proceso de negociación entre 1994 y 2000, como parte del Senado de la República y de la Comisión de Concordia y Pacificación, hoy obsoleta y costosa pues funciona –como muchas otras comisiones- para el turismo legislativo de los diputados y senadores.
Barroco, Salazar usaba la palabra como lucimiento y no como bandera. Engañó a muchos con diferentes facetas; no fue sorpresa por eso conocer que fuera llamado a cuentas; muchos lo solicitaban abiertamente.
Sin embargo, los motivos de su reclusión son muy distintos a los orígenes de éste libro de Angel Mario Ksheratto, pues mientras a Salazar se le ofertan pruebas, aquí se describen inocencias que pugnan o pugnaban condenas incluso sin saber porqué, o como el propio Angel Mario, solo por cuestionar la mala labor del mandatario en turno, que no se midió y encarceló también a Conrado de la Cruz Morales, empresario del Cuarto Poder de Chiapas, bajo argumentos sin sustento, gracias a que la administración de justicia estaba en manos de Mariano Herrán, por momentos llamado el vicegobernador.
Y aunque es muy difícil iniciar un llamado a cuentas por tanto preso político y de conciencia procesado en el pasado sexenio, el periodista deja en claro en éste trabajo de investigación que hay bastantes elementos para hacerlo; lo irónico es que ahora el opresor aquí consignado, las puede leer en el reclusorio que algún día de su sexenio negro -2005-, inauguró en Cintalapa de Figueroa.
Normalmente los gobernantes quieren dejar su sello personal en el lapso que gobiernan; así ha sido en la historia humana: Pablo ya dejó el suyo y paga las consecuencias. Será muy difícil prestigiar de manera histórica la administración 2000-2006. Hoy está en la cárcel, compartiendo el mismo espacio que los aquí reseñados en “Palabra bajo arresto”, de Angel Mario Ksheratto, que nos hace valorar eso de “con la vara que midas, serás medido”.
Ksheratto es quizás el único periodista que ha merecido la ira de un gobernador de Chiapas y desde luego, la reacción a modo de su gabinete, en especial el de la procuración y administración de justicia.
Angel Mario fue perseguido por una denuncia ciudadana por parte de una empleada de COCOES, que era el comité para la construcción de escuelas, que fue señalada por el periodista de usar dinero público para asuntos personales, lo que fue el origen de la persecución.
Desde luego que lo apuntado por el periodista fue el detonante; ya desde su campaña el Cuarto Poder había dado claros indicios de que Pablo Salazar no era lo transparente que se decía. Víctor Carrillo Caloca lo había reseñado en plena campaña: el señor no es abogado; usufructúa sin título, dicha función.
Ahí inicio el rencor de Salazar en contra de los periodistas, que tanto menciona Ksheratto en ésta edición sin precedentes. La megalomanía del ex mandatario no se hizo esperar y luego de encarcelar al reportero, dio origen a la llamada ley mordaza, un instrumento intimidatorio, en momentos en que en Europa la difamación se canalizaba para el código civil en los gobierno de ese continente.
La nueva legislación causó escozor en los medios de comunicación y la popularidad antes alcanzada por el ex senador se fue a pique. Tan es así que al conocerse el motivo del proceso en contra del periodista, y en el desarrollo de las protestas por su enésima detención por el mismo delito, Amnistía Internación hizo un llamado por su seguridad, y no estaba errada, pues hoy el procurador de justicia que cuestionó, Mariano Herrán Salvatti, está también en el penal de El Amate, al que envío –tres veces- a Angel Mario.
Las reseñas del presente libro hablan de casos parecidos al que vivió el autor. Personas –especialmente mujeres- que no merecieron ninguna piedad ni justicia. Mestizos, indígenas, guaruras, funcionarios, empresarios, de todos los niveles sociales fueron víctimas del poder sexenal pablista.
Desde doña María hasta el Águila, pasando por el Tarzán y los gritos de mujeres torturadas y hasta violadas en el penal mismo, son una secuela sórdida de lo mucho que hace falta por hacer en materia de justicia en los penales y el sistema penitenciario, pero también más arriba: la administración de justicia, que condenó a tantos inocentes durante sexenios, y que hoy están en libertad gracias a la ley de sentencia suspendida implementada por Juan Sabines Guerrero.
Sabemos que no es éste el primer texto que se hace sobre el acontecer dentro de los penales de Chiapas. Pero sí tenemos claro que es el primero que escribe un periodista que conoció de primera mano la otra represión, y que ha sido analista milimétrico en ese sentido, para dar cuenta de los hechos en contra de la libertad, la democracia y la justicia social, pero sobre todo en torno a la libertad de expresión, de prensa y la manifestación de las ideas.
Y aunque las reseñas sobre privación ilegal de la libertad por parte de la autoridad judicial están publicadas extensamente a lo largo de los tiempos mexicanos, la represión sigue siendo sinónimo de los gobiernos autocráticos, con el debido costo al pensamiento libertario que, no ha detenido su evolución, aun con eventos como Tlatelolco o el jueves de Corpus, Aguas Blancas o Acteal, que fortalecen –como indignan- nuestra razón como nación, aun en cada caso curiosamente no hay actor intelectual, solo la mención, no la aplicación de la ley sobre el o la; los y las, responsables.
Primero se decía que era porque fueron gobiernos priistas, pero si destacamos que el de Salazar no, sino de izquierda, de derecha y centro, encontraremos que a lo mejor ningún partido quiere adoptar ese crio.
Por eso el periodo negro que comprende el presente libro, se registra dentro del primer gobierno emanado de la oposición en Chiapas, una entidad que vivió persecución, guardias blancas, asesinatos, encarcelamientos injustos, desapariciones y a Pablo Salazar.
Ahora el ex mandatario se queja de que el aparato judicial reaccione en su contra por la denuncia de un ciudadano anónimo –¿Horacio Schroeder Bejarano, su ex funcionario?- “indignado por la corrupción”, fuera suficiente para que el juez Belisario Domínguez Velasco ordenara la detención, según se desprende del expediente penal 96/2011.
Contrario a los ciudadanos anónimos que se pasaron años encerrados en la cárcel, Salazar fue noticia mundial. No se le podía ocultar como tampoco inventar culpas; podemos tener la certeza de que está en El Amate por lo que hizo, y estas reseñas de Angel Mario Ksheratto Flores vengan a sostener de manera social, el hecho de que se está actuando conforme a derecho.

René Delios León

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