De Shopping


El autogobierno en El Amate, es una realidad inocultable; la última aduana hacia lo que llaman “población interna” —donde lo mismo hay sentenciados que procesados—, es cuidada celosamente por los mismos reos, en su mayoría, jóvenes. Ningún policía, del rango que sea, puede pasar al interior, a no ser que le sea autorizado expresamente y por razones estrictamente confidenciales.
Cuando un custodio obtiene permiso para ingresar al área donde se encuentran los módulos “Verde”, “Café”, “Melón” y “Azul”, debe ir escoltado por los “guardias” que cumplen condenas o están aún bajo proceso. Son, para los custodios, garantías de seguridad. Quien ose insultarlos o vapulearlos, es severamente castigado por las autoridades surgidas de entre los mismos prisioneros.
Cuando solicité a las autoridades internas, permiso para ingresar al área general a realizar compras de químicos, marcos, hilo y sierras que debía utilizar para las manualidades que aprendía con el resto de internos del área donde estaba confinado, la respuesta fue contundente: “Manda un escrito al Preciso General para que autorice tu entrada; y cuidadito con andar haciendo preguntas pendejas”.
Don Librado de la Torre, otro de los tantos presos políticos del régimen, me había advertido que no hiciera preguntas incorrectas; es más, me sugirió que no hablase con nadie. Conrado de la Cruz Morales, directivo del periódico Cuarto Poder —en realidad, rehén de Pablo Abner Salazar, enojado porque no pudo meter a la cárcel a su padre, don Conrado de la Cruz Morales—, fue quien logró el permiso del Preciso Mayor para ingresar al interior del penal.
—Vas a entrar con la condición de hablar con una gente pesada que quiere contarte algunas cosas; es buena onda. Está loco el güey, pero te vas a encantar de su trato. En campaña estuvo ayudando a Pablo pero lo traicionó y lo metió a la cárcel para no pagar deudas económicas de su campaña —me dijo ahí, sentado en una hamaca.
En el primer filtro para ingresar al interior, la última aduana de policías, mi custodio les mostró el manuscrito de autorización; fueron los chavales de la aduana bajo el mando superior del interior, quienes me escoltaron hasta el primer “centro comercial”, ubicado entre los módulos “Melón” y el “Verde”.
—Aquí te dejamos. Ya sabes las reglas, compa —me dijeron a modo de advertencia. Uno de los muchachos, ya me identificaba plenamente, pues era el estafeta encargado de suministrar de “piedra”, mariguana, coca, refrescos, panecillos, agua, chicha, tequila, cigarros, preservativos y clientes ocasionales al área Conyugal, donde estuve recluido la segunda vez que fue ordenada mi aprehensión.
—¿Qué hace jefe? ¿De visita al infierno? —me preguntó entre bromas y ordenanzas, encargado de investigar a fondo a los visitantes.
—Vine de compras… De “shopping”, pues —le respondí entre chan-zas y risas—.
—¡Ah! Pero sus compras, ya sabe, muy entre “nos” —sostuvo con ceremoniosa parquedad de obispo educado—, deben ser muy inmediatas y discretas; nada de pláticas íntimas ni preguntas culeras.
Asentí con la cabeza y le prometí guardar las distancias de rigor. Las mayas ciclónicas que dividían los distintos módulos, estaban derruidas. Hoyancos por todos lados, que permitían el paso libre a todos los módulos, cuando, en teoría, debería haber distancia entre uno y otro. Otros presos se escurrían de un módulo a otro, sin la menor preocupación. Los imité. Total, ése día, como todos los días y por lo visto, se valía de todo. Así que opté por cruzar de un módulo a otro, por los hoyancos entre las mayas. Así llegué al primer puesto de ventas…
—¿Qué hacés aquí, vos, enano cabrón? —me gritó un sujeto fornido, cargado de tatuajes por todo el cuerpo.
Quedé petrificado; pensé que había llegado mi hora. Los ojos escondidos entre muy pobladas cejas y una nariz prominente, me quedaron viendo con espectacular amenaza que no me dejó aliento para responder.
—Nada, pues viendo qué compro para sobrevivir aquí —le respondí para cerrar la brecha entre él y yo, porque para ellos, los que estábamos en otra área, éramos “privilegiados” y por tanto, sujetos de sus burlas, amenazas, agresiones.
Soltó una carcajada y me tomó del brazo.
—No te asustes güey; vengo de parte del amigo que te mandó a llamar para que te lleve a su celda y lo conozcas. —Bueno, entre otras cosas, a eso vine —le expliqué.
Caminamos entre los módulos hasta llegar a la tienda principal. Nos sentamos y él ordenó refrescos. Anunció que en breve, estaría ahí el misterioso personaje. Unos minutos después, apareció entre la multitud de presos que se arremolinaban alrededor de estanquillos y pequeños puestos de fritangas. Después de un saludo efusivo, como si nos conociésemos de siempre, me contó que estaba ahí por “fraude genérico”. No alcanzaba a creerlo:
—Soy empresario —me dijo como un autómata. A algunos amigos y colaboradores de Pablo durante la campaña; le firmé documentos de mi empresa a favor del entonces candidato, porque según esto, si ganaba las elecciones éste cabrón, a mí me iban a dar obras importantes. Les di mucha lana, empeñé todo para que Pablo le ganara a Sami David.
—¿Por qué decidió ayudarlo?
—Pablo nos prometió muchas cosas. Nos pintó un mundo de fantasía y le creímos como buenos pendejos que somos. ¡Con decirte que nos dijo que si ganaba, alentaría condiciones para hacer del Soconusco, un estado independiente…!
—¿Quéeeeee? ¿Tanto así? ¡Es de no creerse!
—Mira: él solo quería ganar. Si alguien le decía que quería hacer de San Juan Chamula un país independiente, le decía que sí, que él lo lograría.
—¡Es de locos!
—Tarde nos dimos cuenta que era una “jalada” de éste demagogo, hijo de su puta madre.
—A ver, cuénteme más de las fantasías de éste hombre...
—Nos dijo que él ya estaba hasta la madre de que Chiapas dependiera de un gobierno federal centralista; que la única opción era independizarnos de México y convertir a Chiapas en una República Independiente…
—A ver, me dice que quería convertir al Soconusco en estado libre e independiente, pero al mismo tiempo, convertir a Chiapas en país autónomo. ¿No se le hace como que inverosímil, algo sacado de una mente enferma?
—¡Sí, pendejo! ¡Te lo juro por mi madre y por Dios mismo!
—¿Está seguro que eso decía?
—Totalmente seguro. Y nosotros tan ciegos; estúpidos que le creímos cada palabra, sin pensar que con todo y que intentara cumplirlo, no podría de ninguna forma.
—Perdóneme, pero ó ustedes estaban ciegos ó locos para creer semejante idiotez.
—Te admito los adjetivos; es más, ¡estábamos pendejos!
—Pero si Chiapas apenas si sobrevive con el apoyo de la federación, como país independiente, sería impensable. Soy crítico contundente y contumaz de Pablo Salazar, pero ahí, sí creo que, si lo dijo, confirmó un alto grado de locura. Sostendré mientras viva y aún de muerto, que Pablo es corrupto, ladrón, tirano, inhumano, cruel, hipócrita, pero hacer ese tipo de promesas, es extremo, peligroso.
—Te pongo pruebas…
—Claro. Necesito pruebas.
—Mira, nos dijo que fundarían empresas poderosas, para justificar que Chiapas tiene capacidades económicas suficientes para consolidarse.
—¿Como cuáles?
—¿Has oído hablar de los Álvarez Puga? ¿Cuántas empresas nuevas, cuántas franquicias están llegando? —Perdóneme, amigo mío, pero esa es una mamada suya…
—¡No, pendejo! A algunos de esos empresarios también los engañó; con otros se asoció y poco a poco los ha ido despojando de sus acciones. Verás que cuando Pablo deje el poder, va a tener tanto dinero como Carlos Slim. Coincido en una cosa contigo: no hará de Chiapas un país independiente. Nos vendió esa idea para que confiáramos en él y le abriéramos la cartera.
—No dudo que la ambición haya enloquecido a ese pobre hombre; pero, con todo respeto, creo que fueron ustedes exageradamente ingenuos como para creerle…
—No te pido que me creas ni una palabra por ahora. Entiendo tu escepticismo, a pesar que tienes razones y motivos para criticar y denunciar los abusos de ese ratero. Solo te pido que estés atento para cuando Pablo termine su sexenio; entonces sabrás cuánto ha robado. Un día en Tapachula, él mismo me dijo: “Mira, no te voy a dar dinero; te voy a poner donde haya para que te ahogues en billetes”.
—¿Por qué lo metió a la cárcel?
—Por dos razones: Una porque en la primera semana de su gobierno, me llamó y me llevó a una casa de un amigo mutuo en “Los Laureles”; ahí me pidió que encabezara una Comisión para “investigar” los fideicomisos que dejó establecidos Roberto Albores Guillén . Me aseguró que sería una Comisión ciudadana y plural y que en unos días me daría los nombres de quienes la compondrían. Pero me ordenó que mientras reunía a los componentes de ésta, debía desmantelar los fideicomisos, reunir las cantidades estipuladas y depositarlas en una cuenta secreta a nombre una persona cuyo nombre me daría después. Me pareció algo incorrecto y lo consulté con algunos amigos que me recomendaron no aceptar la propuesta; les hice caso y se lo comuniqué al gobernador. Se enfureció; golpeó su escritorio y se metió al baño de su oficina. Salió con el pelo y la cara mojados y con una sonrisa abierta, me preguntó:
—¿Qué quieres que haga contigo? Somos amigos y voy a recompensar tu lealtad; pídeme lo que quieras.
—Solo quiero que me ayudes con mi empresa, que me contraten servicios… Y si no está dentro de tus posibilidades, solo ordena a quien corresponda que me paguen los préstamos que hice a tu campaña.
—Hecho, cuenta con ello. En un par de semanas tendrás respuesta, amigo.
El hombre frente a mí, bajó la cabeza y guardó un largo silencio que respeté. Luego agregó:
A los cuatro días, en el tramo de Huixtla a Tapachula, una patrulla de Seguridad Pública, me marcó el alto. Me paré y en cuestión de minutos, varias camionetas sin placas llegaron al lugar. Me esposaron y me llevaron al rancho de un mi cuñado. Me exigían que les mostrase dónde estaba el laboratorio donde elaborábamos drogas. Evidentemente, no tenía qué mostrarles, porque no soy narcotraficante.
—¿Y la otra razón por la que fue encarcelado?
—Porque ésa misma noche que hablamos en su despacho, un pastor evangélico me habló para decirme que, por órdenes del gobernador, debía yo depositar cierta cantidad de dinero para la construcción de un templo, a lo que no me negué, pero le dije que esperara a que me devolvieran mi inversión en la campaña.
—Finalmente, lo procesaron por fraude genérico…
—Sí. De un supuesto fraude al fideicomiso de Seguridad que estaba destinado para el pago de compensaciones a las policías Judicial y de Seguridad Pública ¡cuando nunca tuve trato con los funcionarios de Albores Guillén! ¡Jamás conocí a ninguno de ellos!
—¿Estaba incluido ese fideicomiso entre los que Pablo le ordenó desmantelar?
—Sí, estaba incluido, junto con el de salud, infraestructura carretera, educación y otros que no recuerdo.
—¿Cómo va su proceso?
—Estoy apelando. Pero los jueces me ponen muchas trabas. Espero salir de aquí hasta que Pablo se largue de la gubernatura.
—¿Fueron muy amigos?
—Mucho muy amigos. Comía en mi casa, se llevaba bien con toda mi familia; era generoso, amable. Pero el poder lo enloqueció… Eso creo.
Aquel hombre, no decía mentiras. En su rostro había claros indicios de desesperación e impotencia. Miró su reloj, me miró de frente y soltó:
—Mi padre siempre dijo que la cárcel es para los hombres. Pero aquí, se llora. No de miedo, sino de coraje, de impotencia frente a la injusticia. Al amigo que fue Pablo, nunca le negué la mano, nunca le escondí la comida; al gobernante, le negué la oportunidad de corromperme y de ensuciar mi nombre y el de mi familia. Resumo que dar de comer y mantener la honra, son delitos que no toleran los dictadores; son suficientes razones para estar aquí, amigo.
—Luego de su detención, ¿intentó hablar con Pablo?
—Yo no; desde aquí es imposible. Mi familia sí, pero nunca los recibió. Por medio de un amigo común, me mandó decir que me jodiera, que la deslealtad se paga cara. ¡Yo no le fui desleal! Él quiso embarrarme con su corrupción y yo simplemente, quise mantenerme al margen.
—¿Se arrepiente de haberle ayudado?
—¡Toda la vida! ¿Te imaginas? Inviertes en un cabrón para que te ayude y mira a dónde te manda.
—La vida da vueltas, dicen.
—Es la única esperanza que me queda: verlo entre éstas paredes… Algún día, algún día…

Entradas populares de este blog

El Byron

La Señora Armendáriz

El Capitán

Amor Mortal

Argueta